Visitante, bienvenido seáis. Ante vuestros ojos se alza Bokerovania, recortada contra las eternas nubes y enfrentada a un mar que no conoce la calma.
Recorred sus calles y avenidas, sus edificios, sentid el frío que guarda tras su muro helado y el calor que se esconde en algún que otro lugar.
Dejad vuestra huella en la nieve grisácea que cubre el empedrado, vuestras manos marcadas en la escarcha de los cristales, dejad marca en esta ciudad.
Pero recordadlo, sois visitante, Bokerovania se puede observar, incluso sentir, pero no podéis permanecer aquí. Sólo hay un habitante en Bokerovania, y jamás habrá más de uno.

Y sobre todo, entrad sin miedo, a pesar de lo que podáis ver...

lunes, junio 27, 2005

Mil...

Mil flechas cayeron sobre su pecho, atravesando su armadura, antes de que pudiera empuñar su lápiz.

El guerrero seguirá luchando, porque no sabe hacer otra cosa.

viernes, junio 24, 2005

Quiero...

-Quiero dibujarla.
"Quiero contemplarla durante horas sin máscara alguna, dejar que mis ojos se sinceren al fin y en ellos se pueda ver que ella es lo único que existe ya para mí.
"Quiero memorizar cada rasgo, cada gesto y cada pequeña sombra de su cara, hasta que con los ojos cerrados pueda reproducirla de manera perfecta, hasta que parezca que su alma se ha copiado en mi cerebro.
"Quiero acariciarla con la vista al menos, con toda la insolencia y el atrevimiento que le faltan a mis manos.
"Quiero recorrer con mi dedo de grafito su carne de papel, arañando aquí, acariciando allá, hasta que no quede un milímetro de piel de celulosa sin mi huella grabada.
"Quiero terminar, mirar el dibujo, y saber que lo que allí se representa es ella, es su alma encarcelada, y que ha sido obra mía.
"Quiero dibujarla porque así la tendré, al menos de algún modo."




Y el Guerrero de las Batallas Perdidas desenvainó un lápiz.

martes, junio 14, 2005

El Guerrero de las Batallas Perdidas

Lucha tus batallas perdidas
pues nada tienes que perder
pues a veces es más importante luchar que vencer
porque algunas batallas perdidas pueden ganarse
pero no olvides nunca
dejar de pelear cuando la batalla termine.

En el pecho del Guerrero de las Batallas Perdidas arden estas palabras, grabadas a fuego cuando tomó el título.

El Guerrero de las Batallas Perdidas se levanta de la cama de su amante, la Tristeza. Ella lo mira, a la vez rencorosa por saber dónde se dirige, tranquila por saber cómo terminará la batalla y comprensiva por lo que el Guerrero siente. Él la mira por última vez, última lágrima fantasmal que no aparece en su rostro pero sí en su alma.
Luego toma la armadura de hielo que ella le regaló, coraza fría que rodea su corazón y su rostro, y los salvan, al menos, de las saetas de fuego que son las miradas de burla y reprobación. Alza su estandarte, con el Sol Gris sobre un campo mitad dorado y mitad negro. Y parte de nuevo a la batalla, una batalla que sabe perdida, pero que aún así peleará.
Muchos piensan que es valiente, al dirigirse a la batalla aún sabiendo que de ella sólo saldrá dolor, una nueva cicatriz quizás, vergüenza y pena.
Pero él sabe que el dolor es sólo eso, dolor, que no tiene más poder. Ha sentido dolor antes, lo sentirá después, es parte de la vida.
Colecciona cicatrices, una más tanto le da.
Tanta vergüenza y bochorno ha pasado que nada podrá hacerle sentir más ridículo.
Y pena, bueno, él es amante de la Tristeza.
No es valiente el Guerrero de las Batallas Perdidas.
De hecho, mientras se dirige hacia la batalla, el guerrero piensa si no será un cobarde, que no se atreve a ir a una batalla que pueda vencer. ¿Y si perdiera una batalla que podía ganar? ¿Acaso no sería más vergonzoso saberse culpable de su propia derrota?
Pero pronto esos pensamientos vuelan fuera de su cabeza, pues en sus ojos ve el campo de batalla teñido de sangre, y siente el acero llamando a su mano para empuñarlo de nuevo. Y así se dirige, a combatir en una batalla que ya ha perdido, tan honesto y valiente como sea capaz. No le importa que sólo pueda conseguir un botín de cicatrices; que termine volviendo a brazos de su amante para lamerse las heridas.
Él es el Guerrero de las Batallas Perdidas, y otra más luchará. Quién sabe, quizás un día gane una batalla perdida. O más extraño aún, vaya a una batalla que pueda vencer.
Pero hoy no.

miércoles, junio 08, 2005

Últimas noticias desde Bokerovania

El Mercader vagó por las calles de Bokerovania, siguiendo la voz del viento, y buscando al Sol Gris.
Cuando finalmente lo encontró, estaba en un pequeño apartamento, tan alejado de todo y de todos como podía estarlo. Excepto por la Tristeza, que allí estaba de nuevo, amándolo hasta que sus lágrimas se mezclaban en un sólo río.
El Mercader se dirigió al Alquimista Negro y le ofreció, una vez más, como hizo antaño, su oscuro trato: "Pide lo que quieras Señor Oscuro, aquel que como Cuentacuentos escuchó mi historia del Viento y me dio forma en su ciudad. Te será concedido, y a cambio sólo tendrás que darme tu dolor, tu pena, tu sufrimiento. Todo aquello que ya no deseas. Véndeme una vez más tus sentimientos, como hiciste entonces."
Pero el Sol Gris le contestó: "Estos sentimientos no son sólo míos, lo sabes. No puedo vendértelos. Y aunque pudiera, no lo haría. Déjame sentir el dolor, déjame amar a la Tristeza, permite que sienta que sigo vivo aunque sea a través de los puñales que se clavan en mi alma.
El Mercader insistió: "Olvido, eso traigo para ti. Olvido puro, deshidratado, listo para tomar. Olvida que tu propia estupidez te hizo ganarte el desprecio de quien ahora anhelas. Olvida que el dolor que sientes es consecuencia de aquello que tú mismo forjaste en otra persona. ¡Derrite el hielo que rodea Bokerovania y vuelve a vivir más allá de tu ciudad helada y de tu querida Tristeza!"
Y el Alquimista Negro le respondió: "No tengo el poder de derretir el glaciar, ni deseo hacerlo. Prefiero estar aquí, con mi querida Tristeza en mi ciudad helada a permitir que otra llama se acerque lo suficiente como para dejar una nueva cicatriz en mi corazón. Y ahora vete, desaparece, y déjame amar a la Tristeza."
El Mercader se marchó, y se fundió con las tinieblas. Y el Sol Gris, el Señor Oscuro, el Alquimista Negro, permaneció en brazos de la Tristeza a la espera de que su alma cicatrizara y de nuevo el sol saliera en sus dominios.

jueves, junio 02, 2005

Sucedió un día

Aquel día, el Sol Gris, el Alquimista Negro, el señor de Bokerovania vió más allá de los confines de su ciudad una luz brillante y hermosa. Atraído por ella desplegó sus alas de oscuridad viscosa y cambiante, y desde la Torre del Reloj alzó el vuelo ocultando al Luna.
Pero cada cosa tiene un sitio, y el Juez de Todas Las Cosas no podía permitir que el Sol Gris saliera de Bokerovania. Así que del cielo cayó un rayo que atravesó el corazón lleno de cicatrices del Sol Gris, disolviendo sus alas, y haciéndole caer. Un reguero de fantasmas de lágrimas y gritos muertos y mudos acompañó al Señor Oscuro en su caída, perdiéndose en una zona de tinieblas cercana a la Avenida Carmesí. Sobre Bokerovania, las nubes volvieron como antiguamente habían cubierto la Ciudad.
Bokerovania se ha quedado sin señor. Nadie sabe su paradero. Algunos piensan que murió, y que el fin de Bokerovania está próximo. Otros creen que la Tristeza lo recogió y ahora ambos están escondidos, amándose noche y día.
Lo único cierto es que una figura del pasado, algo que trajo el viento a oídos del Cuentacuentos y cobró forma física para atormentar al Alquimista Negro, ha atravesado las murallas de Bokerovania antes de que estas se volvieran a alzar tomando forma de glaciar. Ahora nada puede salir de Bokerovania, y nada entrar. Y quien está dentro es el Mercader.

La Legión del Espacio
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