Lucha tus batallas perdidas
pues nada tienes que perder
pues a veces es más importante luchar que vencer
porque algunas batallas perdidas pueden ganarse
pero no olvides nunca
dejar de pelear cuando la batalla termine.
En el pecho del Guerrero de las Batallas Perdidas arden estas palabras, grabadas a fuego cuando tomó el título.
El Guerrero de las Batallas Perdidas se levanta de la cama de su amante, la Tristeza. Ella lo mira, a la vez rencorosa por saber dónde se dirige, tranquila por saber cómo terminará la batalla y comprensiva por lo que el Guerrero siente. Él la mira por última vez, última lágrima fantasmal que no aparece en su rostro pero sí en su alma.
Luego toma la armadura de hielo que ella le regaló, coraza fría que rodea su corazón y su rostro, y los salvan, al menos, de las saetas de fuego que son las miradas de burla y reprobación. Alza su estandarte, con el Sol Gris sobre un campo mitad dorado y mitad negro. Y parte de nuevo a la batalla, una batalla que sabe perdida, pero que aún así peleará.
Muchos piensan que es valiente, al dirigirse a la batalla aún sabiendo que de ella sólo saldrá dolor, una nueva cicatriz quizás, vergüenza y pena.
Pero él sabe que el dolor es sólo eso, dolor, que no tiene más poder. Ha sentido dolor antes, lo sentirá después, es parte de la vida.
Colecciona cicatrices, una más tanto le da.
Tanta vergüenza y bochorno ha pasado que nada podrá hacerle sentir más ridículo.
Y pena, bueno, él es amante de la Tristeza.
No es valiente el Guerrero de las Batallas Perdidas.
De hecho, mientras se dirige hacia la batalla, el guerrero piensa si no será un cobarde, que no se atreve a ir a una batalla que pueda vencer. ¿Y si perdiera una batalla que podía ganar? ¿Acaso no sería más vergonzoso saberse culpable de su propia derrota?
Pero pronto esos pensamientos vuelan fuera de su cabeza, pues en sus ojos ve el campo de batalla teñido de sangre, y siente el acero llamando a su mano para empuñarlo de nuevo. Y así se dirige, a combatir en una batalla que ya ha perdido, tan honesto y valiente como sea capaz. No le importa que sólo pueda conseguir un botín de cicatrices; que termine volviendo a brazos de su amante para lamerse las heridas.
Él es el Guerrero de las Batallas Perdidas, y otra más luchará. Quién sabe, quizás un día gane una batalla perdida. O más extraño aún, vaya a una batalla que pueda vencer.
Pero hoy no.
1 comentario:
Las batallas perdidas son el alma del romanticismo......un perdedor es un luchador, aun conociendo su condicion, no abandona la batalla, porque en realidad es un campeon con el destino en contra....
Publicar un comentario