Visitante, bienvenido seáis. Ante vuestros ojos se alza Bokerovania, recortada contra las eternas nubes y enfrentada a un mar que no conoce la calma.
Recorred sus calles y avenidas, sus edificios, sentid el frío que guarda tras su muro helado y el calor que se esconde en algún que otro lugar.
Dejad vuestra huella en la nieve grisácea que cubre el empedrado, vuestras manos marcadas en la escarcha de los cristales, dejad marca en esta ciudad.
Pero recordadlo, sois visitante, Bokerovania se puede observar, incluso sentir, pero no podéis permanecer aquí. Sólo hay un habitante en Bokerovania, y jamás habrá más de uno.

Y sobre todo, entrad sin miedo, a pesar de lo que podáis ver...

jueves, mayo 26, 2005

Esto es Bokerovania

Cruza la muralla derruida, y atraviesa las empedradas calles de Bokerovania. Será Invierno, porque aquí siempre es Invierno, y el vaho saldrá de tu boca para unirse a las volutas de humo azulado que emergen de las alcantarillas como exhalaciones de los demonios del frío. Recorre las avenidas iluminadas por la débil luz de las retorcidas lámparas de hierro colado con cabellos de gas y llamas, observando las sombras de ojos brillantes que se mueven fugaces y peligrosas a tu alrededor.
No te acerques a los callejones oscuros, pues quizás encuentres alguna pesadilla, una depravación, una degeneración de la mente humana o el enorme, seboso y repugnante insecto que es el Miedo. Aunque quizás quieras encontrarlos, y te adentres por la Avenida Carmesí, donde más afilados son los filos que reflejan la Luna. Locales de crueldad y dolor, perversión del placer. Ríos de excrementos y sangre fluyendo lentos y espesos hacia las bocas de alcantarilla que de semejante néctar se alimentan.
O a lo mejor tienes suerte, y encuentras un remanso de calor en aquella ciudad bajo la tiranía del hielo interior. Estarás en la Avenida Ambarina, donde se venden sonrisas cazadas y aromas robados de contrabando; donde el incienso se quema con paciente belleza tras cristales multicolores; allí donde vive el Cuentacuentos con su capa de plumas, el mercenario del lápiz siempre tras la inspiración, el buscador de miradas que aún no ha encontrado ninguna. Allí donde se aloja todo aquello que brilla en sepia, el sabor añejo de las fotografías pasadas, los instrumentos de navegación que fueron dorados y aquello que la gente desprecia por ser pequeño e insignificante.
No te alarme encontrar piedras talladas con formas inquietantes, o manchas de sacrificios. Antaño la Ciudad se alzaba donde ahora está Bokerovania, y su terrible recuerdo permanece escondido tan sólo bajo la arena de la playa.
Pero lo más probable es que te pierdas en el laberinto de Calles Grises, cada una igual que la anterior, cubiertas todas de escarcha y bajo una telaraña de niebla. A tu alrededor podrás ver bares donde músicos fracasados cantan a un amor cínico que en realidad a nadie le importa, bajo el humo del tabaco y entre miradas furtivas.
Lo que no encontrarás jamás es la presencia de ningún ser humano, ¿o acaso pensabas que podían ser personas lo que te espiaban desde un refugio de tinieblas, en lugar de sombras; o creías en serio que el Cuentacuentos y el Cazador de Sonrisas pueden vivir fuera de la imaginación? No, nadie encontrarás en Bokerovania, pues es la ciudad vacía, tan solitaria que ni la misma Soledad se digna en pisarla.
Al final llegarás a la Torre del Reloj, centro de la ciudad, donde habita su morador: el Sol Gris, el Siervo de la Oscuridad, el Amante de la Tristeza, el Alquimista Negro. Cuentan las leyendas que en su interior hay un rubí que brilla como el sol. Pero cuando te acerques a la Torre, descubrirás que no podrás entrar. Las puertas de la Torre están congeladas, y tan espeso y afilado es el muro de hielo que las rodea que ni la más ardiente hoguera permanecerá encendida en su presencia.
Y si alzas la vista, puede que, entre las gárgolas grotescas y las púas de acero de la Torre, al lado del reloj de esfera quebrada, recortado contra la luz de la Luna, lo veas a él. Pero el Alquimista Negro no te verá, porque seguirá oteando el horizonte, esperando a aquella que podrá derretir al fin las puertas de la Torre, su Piedra Filosofal.
Hasta que llegue ese momento, bienvenido o bienvenida, seas lo que seas, a esta escarchada villa de tinieblas.

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